Escuchar y leer el cuento:
LAZOS
INVISIBLES
Chicos,
chicas, familias… ¿queréis que os cuente un cuento?
No es
cuento cualquiera, es un cuento lleno de vida, sonrisas, ilusiones, pero sobre
todo lleno de amor y de cariño.
Para
escucharlo, necesito ojos abiertos, para que no se os escape ningún detalle,
boca cerrada, nos permitirá estar muy atentos., orejas abiertas, así
escucharemos las cosas tan lindas que os voy a contar, y bracitos cruzados,
para poder sentir como se nos acelera el corazón a medida que el cuento nos
haga protagonista.
Todo
empezó en el año 2019, en un cole lleno de colores. A las diez en punto las
puertas de este lugar se abrieron de par en par, y de pronto empezaron a
escucharse voces. Nosotros los tutores de segundo estábamos allí, pero no
entendíamos nada. Nos acercamos a la
puerta, y cuál fue nuestra sorpresa ¡¡
miles de duendecitos comenzaron a entrar!! Los había de todo tipo: traviesos,
tímidos, charlatanes, vergonzosos, altos, bajos, burlones, tranquilos,
nerviosos…
¡¡¡Qué
jaleo tan espantoso!!!, pensamos.
Poco a
poco pudimos cerrar las puertas de nuestra clase, pero cuando quisimos
sentarnos tranquilamente en nuestras mesas, nos dimos cuenta que algunos de
ellos se habían metido dentro, no eran pocos al menos habría unos 23 en mi
clase y otros 22 en el otro segundo, moviéndose de un lado para otro, muy
tímidos, callados y observando todo con un poco de miedo…
Esa
misma mañana habíamos recibido la noticia de que eran los duendes más traviesos
de todo el cole, todo el mundo los temían.
Al
principio nos enfadamos un poco, pero
después nos dimos cuenta, que esa era ahora nuestra misión.
Poco a
poco nuestro enfado fue convirtiéndose en sorpresa mezclada con unas gotitas de
miedo, bueno unas, varias o muchas.
No
había marcha atrás, me dijo que esos duendes me habían elegido por algún
motivo, sus corazones y el nuestro se unieron en algún momento de nuestras
vidas y por ello tendría que verlos crecer durante un año.
Al
principio fue muy duró pues eran demasiado dependientes y tuvimos que crear una
rutina. Cualquier tarea les costaba muchísimo esfuerzo, todo era un caos.
¡¡¡
Estábamos más asustados que nunca!!!
Pero
poco a poco pudimos comprobar que nos habían elegido para darnos todo su amor,
para enseñarnos cosas que antes no sabíamos y sobre todo para convertirnos en
unos maestros, mucho más pacientes, tolerantes, capaz de conocer las emociones
de un pequeño duende perdido en un mundo diferente. No parábamos de preguntarnos ¿para qué nos habrán elegido
para volvernos locos?
Todo
fue cambiando, esos duendecillos fueron madurando y aprendiendo cosas de ese
cole, de nuestro modo de trabajar y enseñar tan desconocido para ellos; fueron
adaptándose y moldeándose como vasijas de barro.
Con el
paso del tiempo maduraron y pudieron comprobar que esos maestros extraños, que
no conocían de nada, solo estaban allí para quererlos, prestarle ayuda y
convertirlos en duendes libres capaces de tomar decisiones.
Tanto
creció su sabiduría, que en menos de nueve meses estaban preparados para
alejarse y pasar a un nuevo ciclo. Llegó el día, en que sus maestros se
tuvieron que despedir de ellos con lágrimas en los ojos y tristeza en su
corazón.
Ellos
se marcharon, los duendecillos se habían hecho tan mayores que no tenían miedo
a lo desconocido, subirían las escaleras para el cole de los mayores. Estaban
seguros que triunfarían allí donde fueran, pues sus maestros los llenó de
confianza, seguridad, amor y de muchos, muchos conocimientos.
Pero
al marcharse cada uno de ellos dejó un poquito de su esencia en ese sitio que durante
varios años fue su hogar. Sus maestros aún podía verlos:
Las
duendecillas Natalia y Érika, estaban en esos lugares donde primaba la calma y
la tranquilidad.
Las
duendillas Yasmine y Luna tan amables y prudentes utilizaban sus poderes para
evitar conflictos en los recreos.
Juan y
Darius, esos pequeños duendes, tímidos y cariñosos les aparecían en su mente
con una sonrisa que le alegra cada día.
A los
duendes Luis y Raúl, les costaban mostrar sus rastros, siguen siendo tan tímidos
que cuando sabe que los maestros los estamos viendo, baja sus cabecitas y busca
un lugar para esconderse.
La esencia
de su Eva y Elena, sus dulces y calladas duendes, siempre la encontraba jugando
con objetos pequeños que les hacían la mañana más llevaderas.
Manolo
y Mario, los duendes de la simpatía, lo escuchaban todas las mañanas al abrir
su puerta, su grito de ¡buenos días!, hacía que empezara el día con energía.
Pablo
y Pedro, los duendecillos saltarines, se aparecían de vez en cuando en el
recreo y lo llenaba de actividad.
Daniel
y Javier, los duendecillos burlones, se manifestaban en cualquier sitio donde
hubiese sonrisas y bromas.
Las
sonrisas luminosas y especiales de las duendecillas Noa y Candela, podían verlas
cada vez que ordenaban su clase antes de irse, y con nostalgia recordaba cuando
lo hacían juntas.
Lola y
María José, esas duendes presumidas y divinas, viene a nuestras mente cada vez
que estrena algo de ropa, pues sabe de sobra que les encantarían el modelito
nuevo.
A
Daniela y Rocío, duendecillas tímidas y amorosas, la veíamos reflejadas en cada
dibujo de un corazón, aún podemos ver los corazones que día a día nos regala en
sus fichas.
Ionel
y Fernando, nuestros duendes torbellinos, cariñosos y granduñones, aparece cada
vez que los pequeños duendes aprendices discutían, pues ellos aprendieron a
dialogar y a solucionar los problemas hablando
Fidel
y Alexandru, esos duendecillos artistas se nos aparecían al mirar cualquier
dibujo, pues sus obras de artes llenaron de magia la clase.
Sus
pequeños Diego, Iker y Joaquín, sin duda fueron
los duendes que más crecieron junto a nosotros. Pasaron de unos
duendecillos dependientes a unos grandes duendes que se superaban día a día.
Mariem
y David, duendecillos del silencio, poco a poco sus palabras brotaron como
gotas de rocío e inundaron su corazón de amor y de ilusión.
En
cada historia que le hacía reír les unían a sus duendecillos Adriana e Irene,
sus formas de contar las cosas no tenían precio. Simpáticos, cariñosos,
sociables…así son ellos, unos pequeñajos que se hacían querer.
Día
tras día, vivíamos alegre y contentos sabiendo que sus pequeños y pequeñas aún
permanecían cerquita de nosotros, ni el dichoso virus, ni la distancia física
nos separaron de nuestros duendes, todos los días recibíamos noticias suyas.
Aún
escuchamos a nuestras duendes Miriam y Victoria, cuando cada mañana escriben la
fecha. Unos susurros frescos y limpios nos recuerdan que la fecha es mejor. De esta forma
les ayuda a evitar el cansancio de los nuevos aprendices.
Laura
y Ana María, sus duendes madres, siempre dispuestas a tender una mano a
aquellos que necesitan ayuda. Sus sombras se pueden apreciar cerca de aquellos
que están apuros.
Nuestra
dulce Daría y Ainhoa, estaban tan llena
de luz y de color que convertía sus días grises en días luminosos cargados de
ilusión.
Podíamos
intuir las presencias de Nicolás y
Manuel Remesal, los duendes matemáticos, cuando alguno de los aprendices resolvía
un problema como por arte de magia. Ella sabía que estaba allí, lo sentía.
Nunca
se lo contamos a nadie, lo guardamos
como el tesoro más preciado del mundo, temíamos que todo desapareciera, y estábamos
seguros que sin esas sombras y reflejos no podríamos vivir.
Y es
que era maravilloso abrir la ventana, y que los duendecillos Manuel y Antonio
entrarán unidos a una ventisca capaz de hacer volar el más pesado de los
objetos.
O
escuchar a nuestras calladas Gabriela y Lisha en los silencios más absolutos,
nosotros sabíamos que nunca se
manifestaría con palabras, pero si con sonrisas, caricias y miradas cargadas de
timidez.
Los
maestros Cintado y Pastora preparó a muchos duendes aprendices y siempre
estuvieron acompañados por esas luces, por esos recuerdos, por esas sombras
encantadas que los hacían volar como si de un globo se tratará.
Duendes
míos, ese hilo que os unió a nosotros cuando tan solo hace un curso, se ha
hecho tan fuerte, tan resistente, que por más que os alejéis de nosotros, nunca
se romperá.
Para
nuestros niños/as de segundo A y B.
Vuestros
maestros confían y siempre confiarán en vuestro potencial, demostradle al mundo
que estáis aquí.
¡Felices vacaciones y feliz verano, os lo merecéis!