LENGUA 22 DE JUNIO DE 2020




     Escuchar y leer el cuento:


     LAZOS INVISIBLES
Chicos, chicas, familias… ¿queréis que os cuente un cuento?
No es cuento cualquiera, es un cuento lleno de vida, sonrisas, ilusiones, pero sobre todo lleno de amor y de cariño.
Para escucharlo, necesito ojos abiertos, para que no se os escape ningún detalle, boca cerrada, nos permitirá estar muy atentos., orejas abiertas, así escucharemos las cosas tan lindas que os voy a contar, y bracitos cruzados, para poder sentir como se nos acelera el corazón a medida que el cuento nos haga protagonista.
Todo empezó en el año 2019, en un cole lleno de colores. A las diez en punto las puertas de este lugar se abrieron de par en par, y de pronto empezaron a escucharse voces. Nosotros los tutores de segundo estábamos allí, pero no entendíamos nada. Nos  acercamos a la puerta, y cuál fue nuestra  sorpresa ¡¡ miles de duendecitos comenzaron a entrar!! Los había de todo tipo: traviesos, tímidos, charlatanes, vergonzosos, altos, bajos, burlones, tranquilos, nerviosos…
¡¡¡Qué jaleo tan espantoso!!!, pensamos.
Poco a poco pudimos cerrar las puertas de nuestra clase, pero cuando quisimos sentarnos tranquilamente en nuestras mesas, nos dimos cuenta que algunos de ellos se habían metido dentro, no eran pocos al menos habría unos 23 en mi clase y otros 22 en el otro segundo, moviéndose de un lado para otro, muy tímidos, callados y observando todo con un poco de miedo…
Esa misma mañana habíamos recibido la noticia de que eran los duendes más traviesos de todo el cole, todo el mundo los temían.
Al principio nos enfadamos un  poco, pero después nos dimos cuenta, que esa era ahora nuestra misión.
Poco a poco nuestro enfado fue convirtiéndose en sorpresa mezclada con unas gotitas de miedo, bueno unas, varias o muchas.
No había marcha atrás, me dijo que esos duendes me habían elegido por algún motivo, sus corazones y el nuestro se unieron en algún momento de nuestras vidas y por ello tendría que verlos crecer durante un año.
Al principio fue muy duró pues eran demasiado dependientes y tuvimos que crear una rutina. Cualquier tarea les costaba muchísimo esfuerzo, todo era un caos.
¡¡¡ Estábamos más asustados que nunca!!!
Pero poco a poco pudimos comprobar que nos habían elegido para darnos todo su amor, para enseñarnos cosas que antes no sabíamos y sobre todo para convertirnos en unos maestros, mucho más pacientes, tolerantes, capaz de conocer las emociones de un pequeño duende perdido en un mundo diferente. No parábamos  de preguntarnos ¿para qué nos habrán elegido para volvernos locos?
Todo fue cambiando, esos duendecillos fueron madurando y aprendiendo cosas de ese cole, de nuestro modo de trabajar y enseñar tan desconocido para ellos; fueron adaptándose y moldeándose como vasijas de barro.
Con el paso del tiempo maduraron y pudieron comprobar que esos maestros extraños, que no conocían de nada, solo estaban allí para quererlos, prestarle ayuda y convertirlos en duendes libres capaces de tomar decisiones.
Tanto creció su sabiduría, que en menos de nueve meses estaban preparados para alejarse y pasar a un nuevo ciclo. Llegó el día, en que sus maestros se tuvieron que despedir de ellos con lágrimas en los ojos y tristeza en su corazón.
Ellos se marcharon, los duendecillos se habían hecho tan mayores que no tenían miedo a lo desconocido, subirían las escaleras para el cole de los mayores. Estaban seguros que triunfarían allí donde fueran, pues sus maestros los llenó de confianza, seguridad, amor y de muchos, muchos conocimientos.
Pero al marcharse cada uno de ellos dejó un poquito de su esencia en ese sitio que durante varios años fue su hogar. Sus maestros aún podía verlos:
Las duendecillas Natalia y Érika, estaban en esos lugares donde primaba la calma y la tranquilidad.
Las duendillas Yasmine y Luna tan amables y prudentes utilizaban sus poderes para evitar conflictos en los recreos.
Juan y Darius, esos pequeños duendes, tímidos y cariñosos les aparecían en su mente con una sonrisa que le alegra cada día.
A los duendes Luis y Raúl, les costaban mostrar sus rastros, siguen siendo tan tímidos que cuando sabe que los maestros los estamos viendo, baja sus cabecitas y busca un lugar para esconderse.
La esencia de su Eva y Elena, sus dulces y calladas duendes, siempre la encontraba jugando con objetos pequeños que les hacían la mañana más llevaderas.
Manolo y Mario, los duendes de la simpatía, lo escuchaban todas las mañanas al abrir su puerta, su grito de ¡buenos días!, hacía que empezara el día con energía.
Pablo y Pedro, los duendecillos saltarines, se aparecían de vez en cuando en el recreo y lo llenaba de actividad.
Daniel y Javier, los duendecillos burlones, se manifestaban en cualquier sitio donde hubiese sonrisas y bromas.
Las sonrisas luminosas y especiales de las duendecillas Noa y Candela, podían verlas cada vez que ordenaban su clase antes de irse, y con nostalgia recordaba cuando lo hacían juntas.
Lola y María José, esas duendes presumidas y divinas, viene a nuestras mente cada vez que estrena algo de ropa, pues sabe de sobra que les encantarían el modelito nuevo.
A Daniela y Rocío, duendecillas tímidas y amorosas, la veíamos reflejadas en cada dibujo de un corazón, aún podemos ver los corazones que día a día nos regala en sus fichas.
Ionel y Fernando, nuestros duendes torbellinos, cariñosos y granduñones, aparece cada vez que los pequeños duendes aprendices discutían, pues ellos aprendieron a dialogar y a solucionar los problemas hablando
Fidel y Alexandru, esos duendecillos artistas se nos aparecían al mirar cualquier dibujo, pues sus obras de artes llenaron de magia la clase.
Sus pequeños Diego, Iker y Joaquín, sin duda fueron  los duendes que más crecieron junto a nosotros. Pasaron de unos duendecillos dependientes a unos grandes duendes que se superaban día a día.
Mariem y David, duendecillos del silencio, poco a poco sus palabras brotaron como gotas de rocío e inundaron su corazón de amor y de ilusión.
En cada historia que le hacía reír les unían a sus duendecillos Adriana e Irene, sus formas de contar las cosas no tenían precio. Simpáticos, cariñosos, sociables…así son ellos, unos pequeñajos que se hacían querer.
Día tras día, vivíamos alegre y contentos sabiendo que sus pequeños y pequeñas aún permanecían cerquita de nosotros, ni el dichoso virus, ni la distancia física nos separaron de nuestros duendes, todos los días recibíamos noticias suyas.
Aún escuchamos a nuestras duendes Miriam y Victoria, cuando cada mañana escriben la fecha. Unos susurros frescos y limpios nos  recuerdan que la fecha es mejor. De esta forma les ayuda a evitar el cansancio de los nuevos aprendices.
Laura y Ana María, sus duendes madres, siempre dispuestas a tender una mano a aquellos que necesitan ayuda. Sus sombras se pueden apreciar cerca de aquellos que están apuros.
Nuestra dulce Daría y Ainhoa, estaban  tan llena de luz y de color que convertía sus días grises en días luminosos cargados de ilusión.
Podíamos  intuir las presencias de Nicolás y Manuel Remesal, los duendes matemáticos, cuando alguno de los aprendices resolvía un problema como por arte de magia. Ella sabía que estaba allí, lo sentía.
Nunca se lo contamos  a nadie, lo guardamos como el tesoro más preciado del mundo, temíamos que todo desapareciera, y estábamos seguros que sin esas sombras y reflejos no podríamos vivir.
Y es que era maravilloso abrir la ventana, y que los duendecillos Manuel y Antonio entrarán unidos a una ventisca capaz de hacer volar el más pesado de los objetos.
O escuchar a nuestras calladas Gabriela y Lisha en los silencios más absolutos, nosotros  sabíamos que nunca se manifestaría con palabras, pero si con sonrisas, caricias y miradas cargadas de timidez.
Los maestros Cintado y Pastora preparó a muchos duendes aprendices y siempre estuvieron acompañados por esas luces, por esos recuerdos, por esas sombras encantadas que los hacían volar como si de un globo se tratará.
Duendes míos, ese hilo que os unió a nosotros cuando tan solo hace un curso, se ha hecho tan fuerte, tan resistente, que por más que os alejéis de nosotros, nunca se romperá.
Para nuestros niños/as de segundo A y B.
Vuestros maestros confían y siempre confiarán en vuestro potencial, demostradle al mundo que estáis aquí.

     ¡Felices vacaciones y feliz verano, os lo merecéis!
     

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